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Paciencia.

  • Toño Esquinca
  • 11 oct 2016
  • 2 Min. de lectura

Aprenda a ser paciente. Ningún árbol creció de la noche a la mañana, al menos en esta dimensión. No se apresure, no vaya dando tumbos sin llegar a ningún lado porque la impaciencia lo hizo su víctima. Aprenda a esperar, y esperando encuentre la gracia de conocerse a sí mismo en cada paso.

A veces la prueba no consiste en llegar a la meta, sino en cómo esperamos mientras nos acercamos. Aprenda a ser paciente con usted para que pueda serlo con los demás; o sea, otórguese tiempo y espacio: no todos sentimos el impulso de empezar a caminar al mismo tiempo, respete sus ritmos; tal vez en la mejor versión de su destino encontrará al amor de su vida en su edad madura para entonces poder disfrutarlo, o tal vez a usted le toca demostrar que nunca es tarde, y termina una carrera cuando ya sea abuelo. Sea paciente disfrutando de su autenticidad.

Usted tiene más por aprender de sí mismo de lo que imagina. Para ser paciente necesita encontrar el canto de su ser, el propio, y separarse un tanto del ritmo sin ton ni son que lleva la vorágine colectiva. Aprenda a ser, literalmente, un buen paciente; es decir, que sea usted su propia medicina: escúchese, atiéndase, aconséjese con la voz de su conciencia, sea paciente de sí mismo, y con su sabiduría escondida, cúrese.

Sea paciente para que la vida le entregue su pedido en el momento justo, con la misma paciencia que tuvo cuando, en el vientre, esperó el tiempo suficiente para darse a luz. Ejercite el músculo de la paciencia, porque éste es el mismo que le permitirá disfrutar de cada deseo cumplido con totalidad.

Sea paciente con los otros porque cada cabeza es un mundo, y cada conciencia, un universo entero, así que se trata de compartir el juego, no de pisarse el tablero ni de jugar solo. La paciencia es como el lubricante que le permitirá interactuar con los demás sin rechinar, porque si usted es a su tiempo y ellos son al suyo, puede fluir con mayor facilidad.

La paciencia es un don que se adquiere con el tiempo porque es el fruto de las experiencias; de saber que las olas no se apresuran, sino que se doblan en el instante preciso. Sea paciente, porque esto es un gran síntoma del amor.

Es por paciencia que aprendimos lo bueno de la vida, por medio de quien un día, con toda su paciencia, tuvo el tiempo y la dedicación de enseñarnos a tomar una cuchara, a contar del uno al 10, las vocales y a no caernos de la bicicleta. Sea paciente para aprender a observar cómo todo lo que sube tiene que bajar, y todo lo que sembramos, cosechamos, en usted y en los demás.

La paciencia es el acompañamiento perfecto para que usted disfrute del gran espectáculo de la justicia divina y del desenvolvimiento natural de las cosas. No empuje para apresurar nada, y tampoco lo detenga, respete el tiempo; respete, honre e imite la inmedible paciencia que la vida le tiene a usted, y a toda la raza humana, en su largo recorrido de evolución.


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