Y llegar a Octubre y seguir en Noviembre.
- Gamaliel González.
- 15 nov 2016
- 2 Min. de lectura

Podría hablar de lo feliz que soy,
del invierno que soy,
del universo de tu nariz,
de aquellas palabras detonantes
y de lo que rompiste en mí,
y de esas pendejadas del corazón que seguía intacto después de tantas despedidas.
Me refiero a que estás tú
y después de ti no hay nadie. Llegas y rompes y deshaces y haces a tu antojo y soy yo como siempre me quisiste,
merecía la pena cada instante en que me quedaba para guardar un poquito el aliento de ese cansancio
tuyo a veces patético,
y merecía la alegría, en cada instante, desde el tres de enero.
Que todos los momentos son malos y buenos,
que no hay estancia estática en la vida,
que se vaya a la mierda la monotonía.
porque todo este deseo puede más que ambos,
puede más que todo tu cansancio y malos ratos,
y que con toda mi estupidez e inmadurez
construimos algo bonito, un amor indestructible,
porque fuimos lo imposible vuelto posible,
y es que en verdad uno sólo tiene dos opciones con las cosas que le pasan,
mandarlas a la mierda,
o llenarte de mierda,
y caminaste lo que era necesario y estás conmigo y no hay otras.
Sí,
claro que las hubo,
pero las demás sólo fueron demonios
y tú eres el maldito infierno,
entonces aprendí a ser demonio
me fui quedando con eso,
soportando lo necesario para poder ser felices un día juntos,
y aquí estamos ambos,
llenos de todo aquello que no nos hace falta,
llenos de nosotros,
y con una promesa vuelta mes,
vida,
eternidad y génesis,
vuelta familia.
Y todos los días me maravillo de la elección que hicimos,
y de verdad eres preciosa sin tantos argumentos,
sólo preciosa, terriblemente bonita.
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